María Eugenia Campos
En días recientes, los espacios de discusión pública han sido escenario de fuertes discusiones políticas. Esto es sin duda, una señal de que hemos avanzado en el camino a la sociedad libre y democrática que aspiramos tener, en la que se permite la diferencia de opinión y la pluralidad de ideas.
Después de muchos años de lucha, hoy México es un país en el que es posible contender a un cargo público por la vía democrática. Ahora más que nunca, quienes ocupamos los espacios gubernamentales sabemos que la competencia propicia una cuidadosa observancia por parte de la ciudadanía, por lo que cada movimiento realizado desde el gobierno será calificado y recordado al momento de las votaciones.
Esto es muy positivo para los ciudadanos, pues los gobernantes deben procurar de manera permanente elevar cada vez más la calidad de su trabajo en favor de aquéllos a quienes representan. Sin embargo, por otra parte, la competencia política deja de ser benéfica cuando se transforma en violencia; es decir, cuando el golpeteo entre unos y otros lleva a los políticos y gobernantes a la confrontación y a la división.
En el gobierno municipal de Chihuahua hemos hablado en diversas ocasiones del gran costo que representa para todos la omisión en política pública. Desde que llegamos en 2016, comenzamos un exhaustivo trabajo en favor de las zonas en las que se había dejado de invertir en servicios e infraestructura, provocando una enorme brecha entre distintas zonas de la ciudad.